En esta ocasión, una novela “Como el viento
entre los almendros” de la autora norteamericana judía Michelle Cohen
Corasante, viene a confirmar las tesis y, sobre todo, las únicas soluciones
posibles a la violencia engendrada por las “identidades asesinas”, de Amin
Maalouf. Asimismo, también tiene que ver con ese niño indio que escribía que la
educación es la única manera de lograr la libertad, autores que nos estimulaban
a reflexionar en anteriores entradas del blog.
El trasfondo de la ficción es una situación
concreta de terrible y continuado sufrimiento que aún no sabemos por cuánto
tiempo será uno de los conflictos bélicos más largos y desoladores del planeta. Es el conflicto palestino-israelí.
Comienza la historia en 1949 y llega hasta nuestros días teniendo como hilo
conductor la vida del Ishmad, un niño de 12 años de una pequeña aldea
palestina, que gracias a su extraordinario talento para las matemáticas y el
apoyo incondicional de su padre y su profesor de escuela, llega al mayor
reconocimiento que pueda conseguir un científico: el premio Nobel. Entretanto,
pobreza, miseria, injusticia, odio, fanatismo, crueldad, violación, miedo,
desolación, muerte, van jalonando su vida, una vida de supervivencia ganada a
base de un tesón inquebrantable y la esperanza de que el entendimiento entre
quienes mantienen posturas enfrentadas es posible.
Quien encarna en la novela los principios
morales que estaban en la base del ensayo de Maalouf, es el padre, que, a pesar
de la distancia y mínima comunicación entre ellos impuesta por un arresto de
más de una década en la peor cárcel imaginable, está siempre presente. Y son
esos principios los que conforman lo que será la esencia moral del joven que se
plasman cotidianamente en sus pequeñas decisiones y acciones en pro de la paz y
el entendimiento de quienes, de entrada, están condenados a jamás caminar
juntos: palestinos y judíos. Pequeñas pero en muchas ocasiones heroicas
acciones, increíbles en nuestro mundo occidental en un niño de 12 años.
Es la esperanza en el logro de un mundo en
el que todas las personas, sean cuales sean sus credos, religiones, lenguas o
culturas, puedan convivir pacíficamente e incluso compartir, lo que movió a la
autora a escribir la novela.
Podemos preguntarnos por la influencia que
pueden ejercer libros como este y llegar a conclusiones desesperanzadas. Sin
embargo, si logra que una pequeña parte de sus lectores se conmocione por la
historia, lo cual es fácil por su estilo narrativo equilibrado que emociona
pero no ahoga, seguramente esas personas, cuando escuchen noticias o vean
imágenes de este y otros conflictos, sus oídos y sus ojos captarán un mensaje
de imposibilidad de llegar a la solución por medio de la violencia.

PML