Entrar
en masonería no es solo pertenecer a una institución venerable compuesta de
hermanos y hermanas. Entrar en masonería es, en primer lugar, solicitar la Iniciación.
Se tiene que producir un pacto no firmado: de una parte la logia ayudará al candidato a descubrir los caminos que
debe recorrer y las estaciones en las que debería detenerse. De otra, el
candidato tiene que ser sincero en su propósito y desear intensamente penetrar
en lo más hondo de su corazón, para investigarse y conocerse.
Ser libre,
honrado y de buenas costumbres es una condición previa, pero nada más.
Para
aspirar a la Iniciación y antes de acceder a la prueba de la Tierra, son
necesarias tres cualidades.
La
primera, el desapego, o sea, la
capacidad de desprenderse de lo que brilla en el mundo exterior, del dinero,
del poder, como medio de dejar espacio al mundo interior. Es decir, lo que llamamos en nuestro argot
–desprenderse de los metales-.
La
segunda, es la capacidad de discreción,
de sujetar la lengua y no revelar aquello que debe permanecer secreto. No
explicar al mundo profano lo que el mundo sagrado le ha confiado para su bien y
el de todos nosotros.
La
tercera, es la capacidad de perdonar.
Quien no perdona
al que cree ser su enemigo, no está capacitado para trabajar por el Progreso de
la Humanidad.
Fuera
del templo, en pasos perdidos, con la puerta entreabierta, se llega a la prueba de la Tierra. Desde la
profundidad del templo el candidato escucha este recordatorio: “Profano os
hacemos tocar la Tierra, nuestra madre común, de la cual estamos hechos y a la
cual volveremos”, o -polvo somos y en polvo nos convertiremos-, o como decía
Quevedo, en su soneto “Amor constante más allá de la muerte”:
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, más tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
¡Ese
polvo enamorado! canto a la esperanza en lo vivido, es el mismo canto con el que el VM termina la prueba de la Tierra cuando
dice: “No olvidemos sin embargo que el Amor es más fuerte que la Muerte, y que
la vida y el Amor Universal son una sola y misma cosa”.
La
tierra representa a la energía potencial que todos tenemos. Energía que puede
estar bloqueada, obstruida, o posiblemente reprimida, impidiendo que el
individuo pueda progresar. El buen Gran Experto, sin permiso del candidato, le
toma la mano con seguridad y se la hunde en la tierra, como preludio de su
posterior estancia en la columna del norte, y como muestra del camino que le
liberará de las represiones y bloqueos, que le impiden reconocerse y le niegan
la posibilidad de algún día alcanzar la
posesión de sí mismo.
Los
niños se revuelcan en la tierra con toda naturalidad. Sin embargo, el adulto
tiene que agacharse para sentirla. ¡Mucho
cuidado pues, que la humildad debe ser nuestra marca de cantero, frente a la perniciosa inutilidad del orgullo, la soberbia y la vanidad!
He
dicho.
Luis, M.·.M.·.
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