Foto: Robert Doisneau |
Existen tipos admirables que no
están dispuestos a claudicar frente a la adversidad
MANUEL VICENT
MANUEL VICENT
Ser un resistente, he aquí la
última forma romántica de vivir. Año 1942. Estación de ferrocarril en un pueblo
de Francia, un individuo en un paso a nivel está apoyado en una bicicleta con
un cigarrillo en los labios, pasa el tren con un silbido desolado, el individuo
realiza con el brazo una contraseña y poco después en un puente cercano suena
la explosión. El convoy ha saltado por los aires. Llevaba armas para el
ejército nazi. El individuo monta en la bicicleta y se aleja canturreando la
canción de los partisanos Oh, bella, ciao. Misión cumplida. La Resistencia
Francesa estaba envuelta en un aura muy literaria. Había una guerra. Había un
invasor. Eran tipos duros que se jugaban el pellejo. La literatura con que
fueron adornados por la historia se ha extinguido, pero en cualquier tiempo, en
cualquier lugar, los resistentes permanecen siempre con la misma actitud
heroica frente a cualquier otra invasión que trate de doblegarlos. Aunque nadie
los conozca por sus nombres, hay que considerarlos como los nuevos partisanos
imbatibles. El invasor está ahora en todas partes; el convoy que lleva armas al
enemigo pasa todos los días por delante de nuestra puerta bajo diversas formas:
se trata, tal vez, de la crispación agresiva de la derecha cerril o de la
izquierda corrupta y sin ideales, del fanatismo religioso que se ha apoderado de
la calle, de los vestigios de la caverna y de la España negra, de la basura que
emite la televisión, del cacareo gallináceo de algunas tertulias, de los
rebuznos digitales que asolan el espacio. En el fondo es un solo enemigo que
ataca desde flancos distintos, el mismo que, a veces, se alía con alguna caída
personal, con la angustia de vivir sin aceptarse. Existen tipos admirables que
no están dispuestos a claudicar frente a la adversidad. Ningún político
conseguirá que se traguen una rueda de molino, ningún obispo les obligará a
arrodillarse, ningún vendedor de peines intelectual les hará perder el tiempo y
si la vida se les tuerce con una mala racha, con la crisis, la depresión y el
paro, tratarán de soportar la dificultad sin romperse nunca por dentro. Son los
últimos románticos de la resistencia que, desde la clandestinidad, se enfrentan
cada día a la miseria moral que intenta anularlos. Oh, bella, ciao.
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