¡Indignaos! sacó del anonimato
con 93 años a un hombre que acumuló una existencia apasionante
El destino de
Stéphane Hessel, diplomático retirado que había nacido en Berlín y se había
criado en Francia, cambió cuando en 2010 aterrizó en las librerías un
manifiesto de 32 páginas que llamaba a la rebeldía de la juventud, a quien
gritaba '¡Indignaos! '.
Aquella obra, vendida por
millones en todo el mundo, sacó del anonimato a un hombre que ya por entonces
contaba con 93 primaveras, que pasaba por ser el último redactor vivo de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y que había esquivado la
muerte en varias ocasiones.
En la resistencia francesa contra
los nazis y en los campos de concentración de Buchenwald y Dora-Mittelbau, una
experiencia vital que marcó su vida y forjó su carácter, comprometido con las
causas que consideraba justas.
Una muerte que a Hessel le llegó
a los 95 años en París y que en 2011, cuando viajó a España para promocionar su
biografía, aseguraba aguardar con serenidad y "con un cierto
apetito".
En los últimos años de su vida,
Hessel se convirtió en la voz de la conciencia de una sociedad que escuchaba
con esperanza su llamamiento al compromiso, su grito de "¡Indignaos!"
que fue tomado por bandera por movimientos de todo el mundo desesperados con la
injusticia.
Fue la guinda a una existencia
apasionante, iniciada en Berlín el 20 de octubre de 1917, en el seno de una
familia formada por un escritor judío y una berlinesa apasionada por el arte,
que le inculcaron el gusto por las letras que el joven Stéphane desgranaba con
pasión.
A los 8 años se instaló en
Francia con su madre y entró en contacto con Apollinaire, Baudelaire, Goethe o
Rimbaud, con los que se infectó del virus de la poesía que le acompañó el resto
de sus días.
En sus años de escuela en el
colegio alsaciano de París conoció a Marcel Duchamp, André Breton o Pablo
Picasso y posteriormente ingresó en la Escuela Normal Superior que le auguraba
una carrera en la administración pública.
En 1937 obtuvo la nacionalidad
francesa y dos años más tarde fue llamado a las armas ante el ataque alemán.
Tras combatir en varios frentes
durante dos años, se unió a la resistencia francesa de Londres, pero en 1944
regresó a Francia, donde fue detenido por la Gestapo y deportado al campo de
concentración de Buchenwald.
Allí dio esquinazo a la muerte al
cambiar su identidad con la de otro deportado fallecido de tifus, lo que le
hizo salvarse de la horca.
Varias tentativas de fuga y el
paso por diversos campos de concentración se saldaron con una evasión del tren
que le trasladaba a Bergen-Belsen.
Al final de la Segunda Guerra
Mundial ingresó en la diplomacia gala y fue nombrado para la secretaría general
de las recién nacidas Naciones Unidas, donde participó en la redacción de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Un combate que, desde puestos
diplomáticos, llevó por África y Asia, hasta que François Mitterrand le nombró
embajador de Francia en ese organismo.
Comprometido con la izquierda,
Hessel ocupó puestos ministeriales en los gabinetes socialistas hasta que se
jubiló.
Pero su compromiso continuó con
causas como el conflicto israelo-palestino o la acogida de los inmigrantes.
Hasta que su grito alcanzó una
fuerza enorme con la publicación de "Indignaos" en el otoño de 2010,
en una pequeña editorial del sur de Francia, sin ruido ni promoción mediática,
pero que encontró un eco enorme en una sociedad necesitada de referentes.
Un millón de ejemplares en diez
meses, traducción a 32 lenguas, publicación en un centenar de países y cuatro
millones de libros vendidos en todo el mundo cambiaron para siempre la vida del
diplomático retirado comprometido con las causas justas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario