A nadie le ha sido prometido un mañana.
Mantén en la dicha tu alma nostálgica.
Bebe el vino en el claro de luna, mi amor, que la
luna
brillará muchas noches sin volver a encontrarnos.
brillará muchas noches sin volver a encontrarnos.
(OMAR JAIAM)
Todo fluye y refluye; todo tiene sus periodos de
avance y de retroceso; todo asciende y desciende; todo se mueve como un
péndulo; la medida de su movimiento a la derecha, es la misma que su movimiento
hacia la izquierda; el ritmo es la compensación.
Este principio que se refleja en el KYBALION, lo
vemos materializado en el transcurso de nuestro ciclo masónico anual y su
contrapartida temporal de las estaciones y con su paralelo espacial norte, sur, este y oeste.
Nuestro ritual pone al símbolo en movimiento y
participa en este ciclo de cambio permanente, para rescatarnos a participar de
la regeneración personal. La circunferencia o circulo que dibuja la órbita solar al pasar de un solsticio a otro,
pasando por los equinoccios de primavera y de otoño, conforman un plan masónico
anual de trabajo. Así, el tiempo natural y el tiempo humano se unen y ambos
están sujetos a la regeneración permanente.
En nuestra simbología, están presentes los
fenómenos astronómicos y naturales, y el movimiento circular que se produce de
la oscuridad a la luz y de la luz a la oscuridad, siendo éste reconocible desde
el momento que una persona quiere ser Masón: primero el vendaje de los ojos,
luego la permanencia en la Cámara de Reflexión, después la caída de la venda y,
nuevamente, la penumbra y el camino hacia la luz.
El solsticio está asociado a fiesta, a celebración.
En éste, de verano, cuando la luz es máxima, conmemoramos y recordamos que
hemos sido iniciados y como tales hemos recibido la luz. Esa luz que va y
viene. También es fiesta de fraternidad entre hermanas y hermanos, que saben y
conocen este proceso de regeneración en el que se han embarcado desde que
vieron la primera luz masónica.
El masón pues asume este relativismo
tiempo-luz-regeneración con toda naturalidad, a sabiendas de que ese es el
camino elegido. Ahora toca dejar por un tiempo las herramientas y disfrutar de
la recolección de los frutos. Pero empezaremos de nuevo tras el equinoccio de
otoño, con el folio en blanco, para que el pasado no nos arrastre, para
construir un futuro nuevo sin condiciones espúreas. Es un buen entrenamiento
para el desapego, y para beber vino a la luz de la luna.
He dicho.
Asís.
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