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jueves, 15 de noviembre de 2012

La caverna


Platón al principio del libro VII de La República, expresa la situación en que se encuentra el ser humano respecto del conocimiento. En él, Platón explica su teoría de cómo con conocimiento, podemos captar la existencia de los dos mundos: el mundo sensible (conocido a través de los sentidos) y el mundo inteligible (sólo alcanzable mediante el uso exclusivo de la razón).
Un grupo de seres humanos encadenados al nacer dentro de una caverna con la visión limitada a la pared que tienen enfrente, sobre la cual otras personas proyectan las sombras de objetos, creadas a través de la luz que proyecta  una hoguera.
Su aparente realidad del mundo está condicionada por la manera de mirar esa propia realidad. Es la disyuntiva entre conocimiento y razón.
Cuando uno de ellos escapa, escala la empinada cuesta y conoce las realidad del mundo es cegado por la excesiva luz del Sol. Al volver con la intención de liberar a sus compañeros, estos no le creen e, incluso, conspiran para matarle.

El cuarto de reflexión o cámara de reflexión ubicada a un lado del templo, es el último paso del candidato antes de ser conducido por primera vez a su interior. Es su particular caverna en la que actúa libre de cadenas. En la masonería como en la mayoría de las corrientes filosóficas el paso final antes de convertirse en un iniciado es la muerte simbólica y su posterior renacer. La transmutación espiritual se lleva a cabo después de haber superado una serie de pruebas y la muerte simbólica.
Ingresado a la cámara es ahí cuando descendemos a nuestro estado más denso y flotamos en la más absoluta oscuridad, el nigredo o el negro más que el negro. Un estado entre estados, un plano entre planos. La caverna masónica refleja la prueba o viaje al interior de la tierra que llega a su conclusión una vez que se superen las pruebas del agua, el aire y el fuego en resumen: el ciclo clásico de los elementos. El cambio que debe efectuarse allí lo denominamos el pasaje de las tinieblas a la luz. Pasaje que describe con gran maestría el siguiente extracto de la tabla esmeralda.

Separarás la tierra del fuego, lo sutil de lo grosero, suavemente con mucho ingenio. Asciende de la tierra al cielo, y de nuevo desciende a la tierra, y recibe la fuerza de las cosas superiores y de las inferiores. Asi lograras la gloria del mundo entero. Entonces toda oscuridad huirá de ti. (Hermes Trimegisto. La tabla Esmeralda)

Lo externo y lo interno. La cámara de reflexiones es nuestra caverna y las pruebas, la demostración tangible de la realidad.

V.I.T.R.I.O.L es una de las leyendas que aparecen grabadas en una de las negras paredes de la Cámara.
El significado de estas siglas alquímicas es bastante elocuente:
”Visita Interiora Terras Rectificatur Invenies Ocultum Lapidum”
(“Visita el Interior de la Tierra y Rectificando Encontrarás la Piedra Oculta”.)

Completan el decorado la inscripción “Vigilancia y Perseverancia” ensalzando al gallo. Sal y azufre. Un vaso de agua y un trozo de pan, recado para escribir. Una calavera, la luz tintineante de una vela, un reloj de arena y un espejo cubierto de un paño negro.
En realidad, la Cámara de Reflexión es lo mismo que el Athanor, “Huevo Filosófico” u horno alquímico, símbolos todos ellos de la conciencia herméticamente cerrada a las influencias externas y en donde, amparados en la íntima y generativa oscuridad, se lleva a cabo un proceso de cocción, fermentación, destilación, sublimación y finalmente transmutación de lo espeso en lo sutil, de lo terrestre en lo celeste.

Todos estamos, incluso hoy en día, en el fondo de esa caverna, encadenados. ¿Encadenados por qué? ¿por quién? Por la vida. Por la rutina, por las doctrinas, por los dogmas. Y hay que intentar romper esas cadenas. Y llega un momento concreto en el que hay que salir de esa caverna e ir hacia la luz, hacia el oriente. Pero esta luz, retomando el texto de Platón, es muy intensa. Y puede volvernos ciegos con una exposición repentina. Hace falta una preparación para salir de la caverna para que en un momento determinado podamos salir a la luz y que esta no nos ciegue sino que, al contrario, nos ilumine.

Es una reiteración evidente repetir con el recipiendario la prueba de la tierra ante la puerta entreabierta del templo. Pero los humanos somos así, necesitamos tropezar varias veces en la misma piedra para poder reencontrar el camino.

Terminaré con parte del diálogo ficticio entre Sócrates y Glaucón del Libro VII de la República.

Sócrates:..... Y si alguien lo arrastrase a la fuerza por la espesa y ardua salida y no lo dejase antes de haberlo llevado a la luz del sol, ¿no se quejaría y se irritaría de ser arrastrado, y después, llevado a la luz  y con los ojos deslumbrados, podría ver siquiera una de las cosas verdaderas?

Glaucón: No, ciertamente, en el primer instante.

Sócrates: Sería necesario que se habituase a mirar los objetos de allá arriba. Y al principio vería más fácilmente las sombras, y después, las imágenes de los hombres reflejadas en el agua y, después, los cuerpos mismos; en seguida, los cuerpos del cielo, y al mismo cielo le sería más fácil mirarlos de noche ...y, por último, creo, el mismo Sol... por si mismo, ...Después de eso, recién comprendería que el Sol... regula todas las cosas en la región visible y es causa también, en cierta manera, de todas aquellas [sombras] que ellos veían... Pues bien, recordando la morada anterior, ¿no crees que él se felicite del cambio y experimente conmiseración por la suerte de los otros?... Y considera aun lo siguiente: si volviendo a descender ocupase de nuevo el mismo puesto ¿no tendría los ojos llenos de tinieblas, al venir inmediatamente del Sol?... Y si tuviese que competir nuevamente con los que habían permanecido en los cepos, para distinguir esas sombras, ¿no causaría risa y haría decir a los demás que la ascensión, deslumbrándolo, le había gastado los ojos?... Pero si alguno tuviese inteligencia... recordaría que las perturbaciones en los ojos son de dos especies y provienen de dos causas: el pasaje de la luz a las tinieblas y de las tinieblas a la luz. Y pensando que lo mismo sucede también para el alma... indagaría si, viniendo de vidas más luminosas, se encuentra oscurecida por la falta de hábito a la oscuridad, o bien si, llegando de mayor ignorancia a una mayor luz, está deslumbrada por el excesivo fulgor.

Ana M.·.M.·.

Bibliografía:

Guillardet, Jean Michel. Pasado GM del Gran Oriente de Francia. Discurso Salón del libro Masónico 2005.
Randolf M.Koppel. La cámara de reflexiones. 2004.
Wikipedia. La alegoría de la caverna. Platón.

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