05 nov 2012
Pere Ortega, Centre d’Estudis per la Pau
La aritmética es una ciencia exacta, pero los números cada
uno los hace bailar a su manera. Esto es lo que pasa con las cuentas del
presupuesto de Defensa: en los últimos cuatro años, el Gobierno nos ha
presentado un presupuesto con unos números que representan un descenso respecto
al año anterior. Luego, en el transcurso del ejercicio, esas cifras se han
visto ampliadas con aportaciones extraordinarias, y al finalizar el ejercicio,
acaban con un incremento que, según el año, oscila entre un 15% y un 20%, y que
en el último decenio han supuesto un promedio de 1.400 millones de euros
anuales.
Este mismo año 2012 se han superado todos los récords, se ha
concedido un crédito extraordinario de 1.827,7 millones para pagar los
Programas Especiales de Armamentos (PEAs), los cazas Eurofigther, los blindados
Leopardo y Pizarro, los diversos buques militares, los helicópteros Tigre y
NH-90, y así hasta 19 programas de armas. Pero, además, se han suplementado
otras partidas, como es el caso de las operaciones militares en el exterior,
denominadas de manera eufemística “de mantenimiento de la paz”, cuando lo que están
llevando a cabo en Afganistán es apoyo a una de las partes en una guerra civil;
o en el océano Índico, donde protegen a los atuneros que expolian los caladeros
frente a Somalia. Una partida a la que cada año se le asignan unos
insuficientes 14,36 millones, que acaba el año superando los 850 millones y que
es suplementada desde los Fondos de Contingencia, un cajón de sastre de donde
se echa mano para ese pago. Otra fuente de ingresos es la generada por la venta
de patrimonio público en manos de Defensa, que es uno de los mayores
propietarios de patrimonio del Estado: cuarteles, viviendas, campos de tiro,
bases e instalaciones diversas. En los últimos años se ha permitido la
enajenación de dichas propiedades, lo que este año ha aportado 243 millones a
las arcas de Defensa. Una cuantía que se destina, mayoritariamente, al pago de
armamentos.
Estas modificaciones, que han suplementado el presupuesto de
Defensa en 2.826,7 millones han supuesto un incremento, hasta septiembre de
2012, de un 27% respecto al presupuesto inicial, cuando, en boca del Gobierno,
se había anunciado que disminuía un 8,8%. Una rebaja que se ha convertido en
una estrepitoso engaño, pues hay recursos para suplementar el gasto de las
fuerzas armadas pero no para gasto social o para el desarrollo de la economía
productiva.
La previsión de pago del Ministerio de Defensa para el
próximo año respecto de los controvertidos PEAs, de los cuales se adeudan nada
más y nada menos que 32.000 millones, es de 6,84 millones. ¿Ocurrirá lo mismo
que en 2012 y, avanzada la legislatura, se volverán a proporcionar más créditos
extraordinarios para pagar las armas? La respuesta la ha dado el secretario de
Defensa, Pedro Argüelles, ante la Comisión de Defensa del 8 de octubre, donde
afirmó que no descartaba recurrir de nuevo a créditos para hacer frente al pago
de esas armas. Se puede afirmar, por tanto, que la propuesta de disminuir un
6,7% el presupuesto de Defensa para el próximo 2013 (hasta 6.913,6 millones) es, sin ningún género de dudas, una
falsedad.
Pero también hay una segunda cuestión que tiene que ver con
la manera de contabilizar el gasto militar. La OTAN expone unos criterios sobre
cómo los estados miembros deben presentar las cuentas. Y, siguiendo esos
criterios, se debería tener presentes todos los gastos militares repartidos por
otros ministerios, como las clases pasivas militares, la mutua militar, las
contribuciones a organismos militares internacionales, el cuerpo militar de la
GuardiaCivil y las ayudas en I+D militar del Ministerio de Industria. Entonces
la cuantía se dobla y asciende a 13.708,3 millones. Si a ello se añade la parte
proporcional de los intereses de la deuda de Defensa -que en su conjunto, y
debido a la mala salud de la economía, aumentan de manera considerable- y se
tienen en cuentas las aportaciones extraordinarias que se suman durante el
ejercicio, el gasto militar para
el año 2013 superará los 16.000 millones de euros.
Los apologetas de la defensa armada esgrimen, como principal
argumento del gasto militar, los enormes beneficios que reporta a la economía
nacional la producción de armamentos por los efectos del trasvase de
tecnologías en I+D a la producción de bienes civiles. Una especulación
demostrada en contadísimos casos, cuando, al contrario, está demostrado que el
gasto militar entorpece el crecimiento de la economía productiva, pues, como
demuestran esos PEAs, genera endeudamiento y déficit público.
Los enormes recursos que absorben esos costosísimos
programas de armamentos en la España del 25% de la población activa en paro no
responden a las necesidades reales de seguridad de los españoles, sino al
contrario, contribuyen a la inseguridad, destruyendo la economía real.
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