Juan Torres López
Catedrático de Economía Aplicada
de la Universidad de Sevilla
Las declaraciones del portavoz de
la banca española (y antiguo subgobernador del Banco de España, por cierto) con
motivo de las normas recién aprobadas por el gobierno sobre desahucios muestran
que los banqueros españoles están perdiendo ya los niveles mínimos de
responsabilidad, decencia y vergüenza.
Jueces y expertos y, por
supuesto, las personas y familias afectadas, han puesto de relieve que se trata
de una reforma muy tímida y que de ninguna manera va a evitar la inmensa
mayoría de los desahucios tan injustos e inhumanos que se vienen produciendo,
además de ser muy beneficiosa para la banca: los supuestos que contempla son
muy restrictivos y ni siquiera todos los de gran necesidad, no tiene carácter retroactivo,
solo se refiere a los expedientes promovidos por la banca, y permite que se
sigan acumulando intereses cuando se suspendan temporalmente, lo que evita que
los bancos pierdan dinero y que tengan que cargar ahora con viviendas de
difícil salida al mercado en estos momentos. Pero, a pesar de ello, los
banqueros dicen que es muy negativa, que “pone en riesgo la buena cultura de
pago que existe en nuestro mercado hipotecario” porque puede hacer que la gente
deje de pagar caprichosamente las hipotecas, e incluso que se puede cerrar el
grifo del crédito se si aprueba.
Parece mentira que los españoles
tengamos que oír esto de la banca, como si fuésemos estúpidos. Si nuestros
bancos y banqueros se jactan de ser los mejores del mundo, ¿qué es lo que explica
entonces que aquí tenga que haber condiciones hipotecarias (y en general
bancarias) más asimétricas que en los demás países de nuestro entorno? ¿Por qué
la banca española no puede operar en las mismas condiciones que la francesa, la
alemana, la inglesa o la de Estados Unidos, si en esos países compite en
igualdad de condiciones con otros bancos? ¿Qué tipo de razón financiera es la
que justifica que aquí haya pervivido una legislación casi decimonónica tan
favorable a ellos? ¿Son razones económicas, de eficiencia financiera y de
mercado, o sencillamente que los banqueros han tenido aquí más poder que en
otros lugares y que se han podido hacer fuertes en sus privilegios, entre otras
cosas, porque fueron el soporte principal de la dictadura fascista de Franco?
Si tuvieran vergüenza, los
banqueros hablarían claro y dirían que si se oponen a esta reforma es
simplemente porque quieren seguir teniendo los privilegios de siempre que les
hacen estar entre los bancos con más rentables del mundo sin ser los que mejor
financian y tener un poder político y social mucho mayor que en casi todos los
demás países.
Y es igualmente desvergonzado que
los banqueros aludan, aunque formalmente no utilicen esta expresión, al llamado
riesgo moral que en su opinión conlleva la reforma. Es decir, que afirmen que
crea un incentivo que puede permitir que los individuos trasladen su
responsabilidad hipotecaria a los bancos, convirtiéndose voluntariamente en
malos pagadores, como si la gente estuviera deseosa de perder sus viviendas caprichosamente.
Parece mentira que sean los
banqueros los que digan eso cuando son precisamente los bancos los que deben el
dinero que ha puesto a la economía española a los pies de los caballos por su
gestión avariciosa e irresponsable y lo que ha provocado que tengamos que ser
rescatados, haciendo que el conjunto de los españoles tengamos que asumir su
deuda con los bancos extranjeros. Son los banqueros y no las familias ni los
pequeños y medianos empresarios los que se han aprovechado de la información privilegiada
que tienen para trasladar sus responsabilidad a los demás, encareciendo
artificialmente la financiación, haciéndola más difícil de obtener, y
provocando una rémora inmensa a la actividad productiva en nuestro país.
El auténtico y más negativo riesgo
moral que puede influir sobre nuestra economía es el que está haciendo que los
propietarios y directivos de las entidades financieras que la han hundido, que
han volatilizado el dinero de sus clientes en operaciones especulativas muy
arriesgadas, que han estafado a miles de clientes y que les hacen pagar
comisiones y gastos muy por encima de los habituales en otros países de
alrededor, se vayan de rositas y no den cuenta ante la justicia de los daños
que han producido.
El mal ejemplo para millones de
españoles es comprobar que los banqueros que han cometido delitos son
indultados graciosamente cuando son condenados, y que esto último sea algo
excepcional porque los fiscales y los jueces raramente actúan contra ellos,
como demuestran tanto casos de crisis y quiebras bancarias que se han saldado
con costes enormes para los contribuyentes y aire fresco para quienes las han
provocado.
Lo que paraliza a la economía y
destroza a las empresas que crean riqueza es que los banqueros utilicen su
poder para echar por alto la imprescindible financiación de la actividad
económica al convertir el negocio bancario en el motor que alimenta las
burbujas, la especulación, la evasión fiscal, la fuga de capitales a los
paraísos fiscales y los negocios más sucios que existen. O que hoy día estén
ganando miles de millones generando más deuda para todos los españoles a base
de recoger dinero barato del Banco Central Europeo y de rentabilizarlo
comprando los bonos que luego le permiten ofrecer condiciones inmejorables a
los grandes poseedores de liquidez, y todo ello racionando la financiación que
necesitan urgentemente las empresas.
Y lo que es una barbaridad y nos
lleva al desastre no es que se tomen medidas de justicia elemental para
proteger a los débiles frente a los poderosos, como dicen los banqueros, sino
que éstos utilicen su poder para seguir tratando de imponer un modelo
productivo caótico, depredador e insostenible. El portavoz de la banca lo ha
dicho claro: “hay que dar más créditos y crear más casas”. Eso es lo que se le
ocurre proponer a los banqueros en un país en donde hay casi cinco millones de
viviendas vacías, urbanizaciones enteras sin utilizar consumiendo recursos
naturales y energía sin cesar, y la experiencia de una burbuja que ha
enriquecido a unos pocos pero que ha dejado desolada a nuestra economía
llevándose por delante la posibilidad de modernizarla y de situarla en la
vanguardia de las naciones. Tienen a miles de empresarios carentes de
financiación, reclamando crédito urgente y asequible para crear empleo y
riqueza y lo que quieren es destinar el dinero a mover otra vez cemento y a dar
pelotazos a base de corrupción y barbaridades urbanísticas. Están locos y esto
es la mejor prueba de que hay que combatir la irresponsabilidad y la desastrosa
gestión de los recursos que hacen nuestros banqueros.
Si los españoles queremos de
verdad salir de esta crisis provocada por la banca no podemos seguir
manteniendo el sistema financiero tal y como lo están moldeando el anterior y
el actual gobierno con las reformas que han realizado. Hay que acabar con los
privilegios y con el poder político y mediático de los bancos si es que no
queremos que los banqueros acaben con la democracia. Es imprescindible disponer
de una banca pública, bien dirigida y estrictamente controlada, que no pueda
financiar sino a las empresas y consumidores que lo necesiten para hacer que
crezca la generación de riqueza y no las actividades especulativas. Una banca
firmemente asentada en principios éticos (y no, como quería el gobierno en “buenas
prácticas” de asunción voluntaria), y en un compromiso radical con el
desarrollo económico y social y con el equilibrio medioambiental, lo que
significa, sobre todo, que no se puede dedicar, como hacen los bancos actuales,
a financiar la corrupción, modelos productivos insostenibles y la creación
constante y artificial de deuda.
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