Josep Maria Antentas y Esther Vivas – Revista Ecología
Política
La humanidad se encuentra frente
a una crisis ecológica global que forma parte intrínseca de la crisis sistémica
del capitalismo. En la crisis de nuestro presente se interrelaciona una crisis
financiera y económica, energética y alimentaria, política y social (por el
aumento de las desigualdades y el estallido de la crisis de los cuidados).
Asistimos en realidad a una verdadera crisis de civilización. Una crisis que en
su conjunto ha puesto encima de la mesa la incapacidad del sistema capitalista
para satisfacer las necesidades básicas de la mayor parte de la población
mundial y para atajar la crisis ecológica que él mismo ha creado y que amenaza
la propia supervivencia de la especie y de la vida en el planeta.
La interrelación entre la crisis
económica y la crisis ecológica global, cuya mayor expresión es el cambio
climático, es de hecho una de las especificidades de la situación actual
distinta a las precedentes como la crisis de 1929 y los años treinta. La
magnitud del desafío ecológico no hace sino aumentar el potencial de
inestabilidad global para el próximo periodo, que estará marcado por el
agotamiento, a medio plazo, de un modelo energético basado en el petróleo y los
combustibles fósiles, el aumento de las catástrofes naturales debido a las
alteraciones climáticas, y los desequilibrios estructurales crecientes del
sistema agroalimentario mundial.
Los fracasos de las cumbres del
clima de Copenhague 2009, Cancún 2010, Durban 2011 y la reciente de Doha, que
ha transcurrido en medio de la indiferencia generalizada, ponen de manifiesto
cómo el sistema capitalista es incapaz de dar respuesta a una crisis que él
mismo ha creado (Antentas y Vivas, 2009). Estas citas resultaron ser un fracaso
sin paliativos y una oportunidad perdida donde ni siquiera la retórica hueca y
la pompa de los jefes de Estado, que se fue apagando cumbre tras cumbre desde
la grandilocuencia de Copenhague hasta la invisibilidad de Doha, pudo esconder
la falta de medidas reales aprobadas. No hay voluntad política para dar
respuesta a la crisis climática y ecológica a la que nos enfrentamos ya que una
solución real requeriría el núcleo
duro del actual modelo económico.
La ofensiva de la economía verde
La nueva ofensiva del capitalismo
global por privatizar y mercantilizar masivamente los bienes comunes tiene en
la economía verde su máximo exponente. Una economía verde que, contrariamente a
lo que su nombre indica, no tiene nada de “alternativa” sino que busca aumentar
las bases para explotar y hacer negocio con la naturaleza. En un contexto de
crisis económica como el actual, una de las estrategias del capital para
recuperar la tasa de ganancia consiste en privatizar los ecosistemas y
convertir “lo vivo” en mercancía. Al mismo tiempo que en el marco de la crisis
ecológica, climática y alimentaria, se presentan las nuevas tecnologías
(nanotecnología, agrocombustibles, geoingeniería, transgénicos…) como
instrumentos para frenar el calentamiento global y la hambruna, cuando en
realidad su aplicación obedece a criterios mercantiles y empresariales.
Sus promotores son, precisamente,
aquellos que nos han conducido al callejón sin salida en el que nos
encontramos: grandes empresas transnacionales, con el apoyo activo de gobiernos
e instituciones internacionales. Aquellas compañías que monopolizan el mercado
de la energía (Exxon, BP, Chevron, Shell, Total), de la agroindustria
(Unilever, Cargill, DuPont, Monsanto, Bunge, Procter&Gamble), de las
farmacéuticas (Roche, Merck), de la química (Dow, DuPont, BASF) son las principales
impulsoras de la economía verde, a la vez que se configuran nuevas fusiones y
adquisiciones empresariales (Grupo ETC, 2011).
Asistimos a un nuevo ataque a los
bienes comunes donde quienes salen perdiendo son las comunidades indígenas,
campesinas, de pastores, pescadores… del Sur global, cuidadoras de dichos
ecosistemas, quienes serán expropiadas y expulsadas de sus territorios en
beneficio de las empresas transnacionales que buscan hacer negocio con los
mismos. La economía verde privatiza la naturaleza convirtiendo el acceso a la
tierra y a los alimentos en transacciones comerciales y a las políticas
públicas, que deberían garantizar estos derechos, en competencia de mercado
(Ribeiro, 2011).
En la Cumbre de la Tierra de Río
de Janeiro, en 1992, donde se aprobó la Convención Marco de las Naciones Unidas
sobre Cambio Climático, que posteriormente desembocaría en el Protocolo de
Kioto, las empresas transnacionales ya dieron muestras de un lavado de imagen
verde para ocultar sus prácticas con un fuerte impacto medioambiental y
esquivar responsabilidades. Lo “verde” no es nuevo, pero la economía verde va
mucho más allá e implica la neocolonización de los ecosistemas y de la
naturaleza y busca transformarlos en mercancías de compra y venta. Una ofensiva
resultado de la competencia por controlar los recursos naturales y hacer
negocio con “la vida”.
El 99% y nuestro planeta
El agravamiento de las
consecuencias sociales de la crisis y la intensificación de las políticas de
ajuste han provocado una reacción social de largo alcance. Con las revoluciones
en el mundo árabe como aguijón emergió en 2011 un nuevo ciclo internacional de protesta que tiene su
elemento motriz en la lucha contra los efectos de la crisis y las políticas que
buscan transferir su coste a las capas populares. El leiv motiv de la “rebelión
de los indignados” pone en el centro de la diana a quienes son identificados
como responsables de la crisis y su gestión. En el caso español, tiene un doble
eje constitutivo inseparable: la crítica a la clase política y a los poderes
económicos y financieros. A los últimos se les señala como responsables de la
crisis económica y a los primeros se les acusa, precisamente, por su servilismo
y complicidad con el mundo de los negocios. En Estados Unidos, el movimiento Occupy,
en cambio, pone más énfasis en la crítica al poder económico que a la clase
política, llevando a cabo un ataque frontal a Wall Street y a la minoría
privilegiada simbolizada por el 1%. De todos modos, detrás subyace el rechazo a
los dos grandes partidos, a la política de Obama, y a las élites de Washington.
En Europa y Estados Unidos la
resistencia indignada se centra en la movilización contra los recortes
sociales, las privatizaciones, la banca y el pago de una deuda ilegítima, temas
que fueron dominantes en los países de América Latina y en otros continentes
del sur en las décadas anteriores. En definitiva la indignación colectiva se
expresa como movilización contra los intentos del capital financiero de
sacrificar al conjunto de la sociedad para salvarse a sí mismo y de reorganizar
el conjunto de las relaciones sociales en beneficio propio.
En la agenda indignada, sin
embargo, las cuestiones específicamente medioambientales y la crisis ecológica
y climática han jugado un rol secundario, en un momento donde recortes,
desmantelamiento de servicios públicos, desahucios, paro y ayudas a la banca
dominan el panorama. En cambio, hoy la defensa de los bienes comunes, de los
ecosistemas y de la biodiversidad son temas centrales en la agenda de los
movimientos sociales en los países del Sur. Muchas de sus comunidades son las
primeras en enfrentar las consecuencias del cambio climático (aumento del nivel
del mar, sequías, etc.) y el impacto medioambiental de las falsas soluciones
promovidas por el capitalismo verde (agrocombustibles, programa REDD,
almacenamiento de CO2 bajo tierra).
Colocar la cuestión de la crisis
ecológica y climática en tanto que aspecto central de la crisis sistémica
contemporánea en la agenda de las luchas sociales indignadas es una cuestión pendiente
y estratégica, para poder plantear un proyecto de ruptura consecuente con el
actual modelo económico y social. La crisis actual plantea la necesidad urgente
de cambiar el mundo de base y hacerlo desde una perspectiva anticapitalista y ecosocialista
radical, en el sentido que le dan al término autores como Kovel y Löwy (2008).
Indignados y occupiers en su lucha contra la tiranía de la minoría financiera
global tienen el reto de enlazar las movilizaciones contra el ajuste
estructural y las opuestas a la crisis climática en una perspectiva convergente e integradora entre lo
“social” y lo “medioambiental” cuyo nexo debe ser el rechazo a la
(in)civilización del capital y a la mercantilización generalizada del planeta y
la sociedad. Se trata de poder avanzar así hacia, en palabras de John Bellamy Foster (2009), una imprescindible
“revolución ecológica que necesariamente tiene que ser también una revolución
social”.
Bibliografía
ANTENTAS, JM. y VIVAS, E. (2009)
“Justicia climática y justicia social: un mismo combate contra el capitalismo
global”, Ecología Política 39, p. 103-106.
BELLAMY FOSTER, J. (2009) The
ecological revolution. Nueva York, Monthly Review Press.
GRUPO ETC. (2011) “¿Quién
controlará la economía verde?”:http://www.etcgroup.org/upload/publication/pdf_file/ETC_wwctge_ESP_v4Enero19small.pdf
KOVEL, J. y LÖWY, M. (2008) “Un
Manifiesto
Ecosocialista”:http://marxismolibertario.blogspot.com.es/2008/02/un-manifiesto-ecosocialista.html
RIBEIRO, S. (2011) “Los
verdaderos colores de la economía verde”, ALAI 468-469, p. 23-26.
Artículo publicado en Ecología
Política, nº44, diciembre 2012.
esthervivas.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario