Instalación de Moreno di Trapani en la fachada del Palazzo Mattone. Tradate, Italia. 2008.
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El escándalo de la corrupción creciente, agobiante y
reiterada está a punto de provocar un salto cualitativo en la convivencia
MANUEL VICENT
Aunque el hedor
sea ya insoportable, hay que celebrar que toda la basura de la política salga a
la superficie, porque eso significa que las bombas de achique funcionan
perfectamente. Se da por descontado que, dejado a su aire, el poder es una
fuente inagotable de perversión, pero la democracia, entre otras cosas, es una
máquina de picar la carne de la clase política y servirla en bandeja a la
opinión pública. En este caso se pueden hacer albóndigas para todos los gustos.
El primer decreto de un dictador consiste en impedir que la corrupción emerja a
la superficie para atribuirse el mérito de haber regenerado el sistema. Se
trata solo de una apariencia. La mierda permanece sumergida. En este país la
asfixia social que produce la corrupción ha llegado al límite. Los medios de
información sacan cada día al portal la correspondiente bolsa de basura, mejor
o peor clasificada, según su estilo, una basura que nadie recoge. Es como si en
una huelga las bolsas negras malolientes acumuladas en las esquinas obligaran al
ciudadano a transitar con mascarilla e incluso amenazaran con impedir la
circulación. Debemos felicitarnos porque las bombas de achique funcionen, pero
aquí ningún partido político se hace cargo ni se siente responsable de la
basura amontonada en la calle. El humor y la sátira corrosiva contra el poder
sirven de escape, pero en esta sociedad atormentada por la crisis el sarcasmo
ya no vale. El escándalo de la corrupción creciente, agobiante y reiterada está
a punto de provocar un salto cualitativo en la convivencia. Puesto que la clase
política no asume la obligación de recoger la basura propia es posible que la
ciudadanía decida quemarla en medio de las plazas con un ritual público de
exorcismo y purificación del sistema. En este país los partidos políticos están
jugando con fuego. Sin necesidad de invocar al profeta Isaías habrá que
advertir que se acerca el momento en que una chispa, cualquier desgracia
imprevisible, puede sintetizar toda la frustración, la cólera y el odio
suspendidos en el aire, alimentados por la miseria, y producir una descarga
explosiva, que se llevará por delante, no solo a esa pandilla de políticos
golfos, sino el sueño de un país que un día apostó por la libertad y la
democracia.
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